Los deslaves suelen ser muy aparatosos, en el sentido estricto de la palabra. Cuesta abajo, la tierra recoge árboles, autos y construcciones, ocasionando severos daños económicos. Los puentes quedan bloqueados, se fragmentan las líneas eléctricas y las poblaciones quedan incomunicadas.
En el mejor de los casos, los daños económicos son mayores que las vidas que un deslave puede cobrar. Las personas que sobreviven a un desastre de gran magnitud se ven vulnerables ante los riesgos a la salud que entrañan el lodo y los residuos.
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